Últimamente leo muchas frases bonitas sobre viajar. Algunas bastante acertadas, pero ninguna expresa realmente para mí lo que significa VIAJAR. Para algunas personas puede ser un modo de vida, una filosofía, un hobby, una profesión... pero yo no lo describiría de ninguna de esas maneras. Viajar me aporta tantos sentimientos indescriptibles, tantas experiencias inolvidables.
Yo empiezo a viajar cuando pienso en el viaje, en aquel momento, mi mente despega, mi cerebro se pone a trabajar para generar alguna sustancia que me produce placer, felicidad, entusiasmo. El solo hecho de pensar en un lugar del mundo, en cómo será si no lo conozco o recordar como es si ya lo he visitado, me llena de emoción.
El siguiente paso es buscar fechas, encontrar billetes, reservas... cuando todo eso está, queda esperar a que llegue el momento. Mientras pienso en qué pondré en la maleta, no olvides la cámara! llega el día y no puedo dormir de los nervios. Empieza el trayecto, llego al lugar, lo disfruto, intento que cada segundo me quede grabado, miro, oigo, huelo, saboreo, saco un millón de fotos y vídeos. Vuelvo a casa, deshago la maleta, comparto mis aventuras con quiénes me rodean y pienso en dónde iré la próxima vez. No importa si es lejos o cerca, dos días o un mes. Lo que importa es que puedo y quiero hacerlo y eso me produce una sensación indescriptible.
Si me paro a pensar, cada día es un viaje. Desde que me levanto pensando en lo grande que es el mundo y cuántas vidas necesitaría si quisiera visitarlo entero, hasta que me acuesto soñando con ese viaje interminable alrededor de la esfera terrestre.
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